Soy Psicóloga Social, y luego de disfrutar del mundo de posibilidades que ofrecía mi carrera, actualmente estoy explorando profesionalmente una afición que llevo en la sangre… la repostería.
Mis abuelas Ana Luisa y Carolina legaron en mi todos sus años de experiencia en repostería, y luego mis padres, junto a un divertido club de cocina que fundamos en bachillerato un grupo de amigos, se encargaron de cultivar y fortalecer en mi las destrezas culinarias, disciplina y perseverancia que actualmente me permiten recrear en azúcar los diseños más profundos de mi ser. Sin embargo, fue gracias al matrimonio de mi hermosísima hermana, que tuve la oportunidad de aprender formalmente este maravilloso oficio, que más que eso, es un arte.
Años más tarde, tras conocer a mi esposo y vivir junto a el experiencias fuera de serie, se marca en mi vida un antes y un después. Gracias a su confianza, apoyo e insistencia, decidí emprender en el negocio de la repostería. Desde entonces, es mi mejor asesor y embajador, y el responsable de todas las fotografías de mis creaciones.
La mayor aspiración en mi vida ha sido siempre ayudar, acompañar, fortalecer y tocar el espíritu de otros, y para lograrlo no hacen falta cargos de autoridad o consultorios… de hecho, sólo necesito: azúcar, harina, mantequilla, leche y huevos.
El contacto humano embebido de cariño y respeto, y la mezcla mágica de azúcar con cualquier otro elemento, funcionan como ecuaciones alquímicas en el alma de cualquiera, y si a eso se agrega el elemento artístico como máxima expresión del espíritu humano, entonces resulta casi natural que como psicóloga mi mayor aspiración sea ser repostera, pues encontré en este arte la mejor forma de dar consuelo, de felicitar, de desear éxito y acompañar a mis seres queridos y a todo aquel que lo requiera.
Entonces… soy repostera porque lo llevo en la sangre, porque me permite hacer arte y terapia al mismo tiempo, y porque simplemente ME ENCANTA, y no hay otra razón más poderosa para hacer algo en la vida que esa.